Desafíos en la regulación de insectos comestibles en México
Desafíos en la regulación de insectos comestibles en México
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México enfrenta una laguna legal en la regulación de insectos para consumo, pese a su alta biodiversidad. ¿Cuál es el panorama? Aquí se lo contamos.
En México, el consumo de insectos es una tradición milenaria que ha cobrado nueva vida con la transformación de estos en productos como harinas y polvos. Esta innovación ofrece alternativas ricas en proteínas a la dieta tradicional, pero se encuentra en un terreno legal poco claro.
Según el investigador Carlos Valdivia del CIATEJ, la diversidad de insectos consumibles —que incluye especies como chapulines y escamoles— complica la creación de una normativa uniforme. Esta falta de regulación plantea serios desafíos para la industria emergente.
La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) reconoce la existencia de 549 especies de insectos comestibles en México, lo que posiciona al país como uno de los líderes globales en este ámbito. Sin embargo, no existe una normativa clara que regule su explotación y venta.
Investigaciones de la UNAM han señalado la urgencia de establecer reglamentaciones que respeten el manejo adecuado y la conservación de estas especies, evitando así su posible extinción debido a prácticas de explotación no reguladas.
La comercialización de productos derivados de insectos se realiza sin guías claras para la recolección o producción. Esto incluye la ausencia de controles de calidad, lo que potencialmente podría llevar a la sobreexplotación y otros problemas ambientales y de salud pública.
Inocuidad: un reto importante
El doctor Valdivia destaca que uno de los mayores retos es la inocuidad. Muchos insectos se alimentan en entornos que podrían contaminarlos con pesticidas o microorganismos nocivos, lo que representa un riesgo para los consumidores finales.
A pesar de estas dificultades, en México se han desarrollado granjas especializadas que buscan controlar la dieta de los insectos y asegurar la calidad de los productos finales, como harinas y polvos de insecto, que se utilizan en una variedad de alimentos.
Además, algunos productos derivados de insectos han sido certificados como orgánicos bajo normativas que regulan la producción agropecuaria, demostrando que es posible alinear la industria de alimentos basados en insectos con estándares de producción sostenible y segura.
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